domingo, 10 de noviembre de 2013

duelo


Cuando murió mi padre sentí un dolor intenso en el corazón, un dolor físico muy agudo. 

Inmediatamente entré en la fase de negación, mezclada con una rabia tirando a agresiva... después me quedé en estado de letargo emocional. 

Trabajaba, atendía mis hijos, mi casa... pero sin estar presente. 

Me sentí huérfana, aquel que me protegía, que me daba aquellos abrazos de oso, que con su mirada podía ser el más duro y el más dulce... se había ido para siempre.


Fue un año horrible en el que murieron abuela, primo hermano, padre y abuelo... Uff.

Durante 20 años mi listón ante las dificultades de la vida era siempre el mismo: Si he superado la muerte de mi padre puedo con todo... (Había "superado" el año terrible).

Me casé por segunda vez, tuve a los dos peques, me volví a divorciar. Paralelamente fui abuela. Me reciclé laboralmente, volví a empezar una y otra vez. Cada momento que la temporalidad de la vida exigía un cambio, cambiaba. 

Hasta que llegó el día que realmente lo cambió todo, el momento más infinitamente terrorífico de toda mi vida. La llamada que me dijo que mi hijo estaba muerto... Muerto!? Cómo es posible? Si él es tan vital como la propia vida!

Entonces el dolor es de una magnitud insoportable, rayando en la locura, hasta el punto que el cerebro y el cuerpo se desconectan y me fundo. Me voy.

Gracias a las personas que estaban  allí y a los de arriba que me barraron el paso... me quedé. Mis otros hijos, las personas que me quieren, mis nietos... y yo misma nos merecemos estar juntos para reinventarnos. Para seguir adelante sin él. 

Al principio sentía que nada valia la pena, que todo me daba igual, que la vida era una trampa, vamos que en el fondo me quería morir.

Sin prisa pero sin pausa iba respirando mejor, empecé a dormir y a comer casi sin darme cuenta. 

Llegó el primer cumpleaños sin cumplir, la primera navidad, el primer aniversario de la tragedia... mientras tanto mogollón de actos en los que no sabía si llorar, fundirme o salir corriendo... ahora he aprendido a disfrutarlos y agradecerlos.

Y hasta aquí, hasta ahora. Me cansé de llenar libretas escribiendo para mi misma y un día me atreví a compartir con vosotros mis pensamientos, emociones, deseos, ideas, proyectos.

El caso y la cosa es que es imprescindible decir los te quiero en vida. Disfrutar de cada vivencia, cada sonrisa, cada anhelo. Compartir tristezas y alegrías...

Hoy ha tocado una entrada dura, sin ironía. Tal cual. Mañana tal vez vuelva a haceros sonreír.

Seguiréis estando aquí para leerme?



6 comentarios:

  1. Emma, una entrada preciosa, llena de amor y sabiduría. Gracias por compartir tus sentimientos. Un abrazo grande y muy cariñoso.

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  2. Emma, un besazo enorme y muchísimo ánimo. La gente que te quiere estará a tu lado para ayudarte a que salgas adelante poco a poco. Un besazo enorme.

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  3. Expresar lo que se siente y más cuando es una pérdida, es fundamental para unirte y despedirte una vez más de él, elaborar el duelo y así un día aunque no lo creas ya no quedan lágrimas y ese deseo de liberarte de los pensamientos,sentimientos...habrá
    pasado a una eterna sonrisa y eterno sueño. Emma es muy muy duro,pero el mejor aliado es el tiempo. Su recuerdo morirá contigo y tan solo depende de ti como vivir. Un gran abrazo. Te quiero y a que lo sabes!

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    1. Amiga... en ello estoy, sonriendo y viviendo, desde la añoranza. Yo también te quiero!

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